Sus ojos eran un ventanal hacia la felicidad, era la mejor persona que he conocido jamás… Pocas veces lo mostraba, pasaba los días obsesionado con la perfección a su alrededor, una perfección inexistente, inalcanzable. A pesar de no lograr esa perfección sabía cómo reparar miradas de vidrio y corazones de piedra, sabía cómo hacerte feliz con una mirada. Sabía arroparte desde la distancia, haciéndote sentir apreciado cuando nadie más te daba cariño.
Ya no está,
quítate de la cabeza volver a sentir sus brazos rodeando tu alma desnuda, nunca
más volverá a ser quien custodie tu felicidad en las noches más oscuras. Solo
prevalecerá un reflejo de su dulzura en lo más profundo de tu corazón, allí
donde habita esa felicidad que no logra quebrantar el muro que sustenta la
miseria. Esa miseria interna que desaparecía con cada una de sus caricias.
Todo era un
espejismo, un ensueño, una mera ilusión. Despierta. Estás solo. Nunca nadie te
ha dado el cariño que necesitas, nadie te ha arropado con sus abrazos y
caricias. Nadie te ha mirado a los ojos
y te ha dicho que te quería. Y aun así sigues en pie. Sigue adelante. Escucha
tu corazón y sigue siendo más humano que inteligente. Este mundo está plagado
de inteligencia y carece de humanidad y amor.
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